Resulta frecuente en la consulta de traumatología, encontrar pacientes que acuden refiriendo un dolor de intensidad progresiva en la rodilla, que limita sus actividades cotidianas y en los que tras realizar un estudio completo se descartan alteraciones estructurales en la articulación.
Suelen ser pacientes jóvenes o de mediana edad, deportistas, que refieren una molestia imprecisa en la cara anterior de la rodilla, acompañada a veces de sensación de inestabilidad y que, en algunas ocasiones se irradia a la región antero-interna y posterior de la articulación. Durante la charla con el paciente, éste no suele recordar un antecedente traumático claro y describe un dolor de aparición progresiva e intensidad creciente.
Tras realizar una exploración minuciosa de la rodilla y descartar otro origen del dolor (enfermedad orgánica, lesión del menisco, ligamentosa o tendinosa) se llega al diagnóstico de síndrome doloroso rotuliano.
¿QUÉ ES?
Se trata de un cuadro provocado por un desequilibrio en la relación que normalmente se establece entre la rótula (hueso de la región anterior de la rodilla), el fémur y el resto de estructuras de la zona. En condiciones normales, la rótula se articula con el fémur a través de una “garganta ósea” que marca su recorrido siendo estabilizada secundariamente por los potentes músculos del muslo, que forman el cuádriceps.
Cuando se produce una alteración estructural ósea (posición de la rótula o garganta del fémur) o un desequilibrio entre los músculos que forman el cuádriceps, aparece el síndrome doloroso rotuliano. Éste, además, puede estar relacionado con problemas en los pies, debilidad de los músculos laterales de la cadera, deformidades angulares de la rodilla.
Independientemente de la causa estructural asociada al cuadro, que en muchos casos no queda clara, siempre existe un componente de irritación-inflamación de los tejidos implicados, sobre el que es necesario actuar para conseguir la desaparición del dolor.
De esta forma, resulta fundamental para cortar el proceso inflamatorio, evitar todas aquellas actividades que favorecen la irritación de las estructuras implicadas y la aparición del dolor, tales como hacer ejercicio, subir y bajar escaleras, permanecer sentado con la rodilla doblada durante mucho tiempo… Aunque estas actividades no causen más daño, hacen que la inflamación se mantenga y no se alivie.
CONSEJOS
Puede reportar alivio sentarse con la rodilla estirada o levantarse y moverse de vez en cuando o subir las escaleras de una en una apoyando primero la pierna no lesionada. Aunque la curación de este tipo de lesiones de rodilla puede resultar compleja, e independientemente de su magnitud y la de las alteraciones estructurales que la acompañen, resulta fundamental este abordaje terapéutico inicial, que no por simple deja de ser fundamental para la mejoría y posterior curación del cuadro.
La modificación de las actividades cotidianas del paciente, buscando evitar todas aquellas acciones que generan dolor, es la piedra inicial sobre la que se asienta todo el arsenal terapéutico del que disponemos (antiinflamatorios, fisioterapia, dispositivos ortopédicos, tratamiento quirúrgico), independientemente de que sea necesaria o no su utilización a lo largo del proceso.
Dejar de realizar cuanto antes todas las actividades que agravan el cuadro y seguir los consejos del especialista en traumatología, posibilitará que el paciente pueda volver a realizar las actividades que le gustan mucho antes.
Miguel Peña | Fisioterapia Granada y Osteopatía, en Calle Camino de Ronda nº46 1ºE, 18004 Granada. Teléfono 606 61 05 16